viernes, 21 de diciembre de 2012

LAS MATANZAS EN CHILE. LA HISTORIA DE CHILE OCULTA. UN PUEBLO QUE OLVIDA SU HISTORIA IRREMEDIABLEMENTE LA VUELVE A REPETIR




DEL SITIO WEB
http://www.luisemiliorecabarren.cl/files/La%20Matanza%20en%20la%20Oficina%20Salitrera%20La%20Coru%C3%B1a.pdf




La olvidada matanza de obreros y sus
familias en la Oficina Salitrera
“La Coruña”
Publicado el noviembre 11, 2010 por Umberto Alarcon
por Senén I. Durán Gutiérrez (Iquique, Chile)
10 de noviembre de 2010
A modo de prólogo
En la segunda década del siglo pasado, los obreros pampinos de las oficinas salitreras de
Tarapacá empiezan a movilizarse en torno a antiguas y justas aspiraciones: solicitaban
implantación de Ley Seca; jornada laboral de ocho horas; reemplazo de las “fichas” y
“vales” para la “pulpería” por dinero y aumento salarial. Las huelgas de las distintas
oficinas y campamentos obreros desembocan en un paro general que se prolonga por
ocho días en la provincia de Tarapacá. Los amos del salitre solicitan una tregua para
consultar a las oficinas centrales en Inglaterra y Estados Unidos.
Todos estos preliminares sucesos ocurren a consecuencia de la crisis del salitre que
lleva a los empresarios a cerrar alrededor de sesenta salitreras y a expulsar a los obreros
y sus familias hacia el sur del país.
Los obreros aceptan dicha pausa, sin embargo los patrones solicitan a las autoridades de
turno garantías para resguardar sus intereses y el gobierno otorga “carta blanca” para
que las fuerzas represivas sofoque el levantamiento obrero, utilizando la fuerza más
despiadada.
Tarapacá y Antofagasta son declaradas en estado de sitio y se designa como jefe de
plaza al general De La Guarda. Fueron allanados los domicilios de los dirigentes
obreros y, una vez detenidos, son embarcados a rumbo desconocido. Las listas negras
en las oficinas circularon con rapidez y muchos dirigentes desaparecen de la escena sin
dejar ningún rastro de sus paraderos. De esa manera, la “guerra sucia” había comenzado
a tejerse secretamente. Se clausuran los diarios “El Despertar de los Trabajadores” y “El
Surco”.
Los obreros organizados responden con un paro de veinticuatro horas.
A esa altura del conflicto, el gobierno de Arturo Alessandri Palma, decide reprimir al
movimiento con toda la furia oligárquica. El general De La Guarda moviliza sus tropas
de infantería y artillería, también se despachan refuerzos desde el sur del país. Así, en la
pampa, queda enfrentados cara a cara un ejército bien armado contra una masa de
obreros que su única arma era la “conciencia de clase” que había alcanzado a fuerza de
injusticia y dolor.
Iván Vera-Pinto Soto
Magíster en Educación
Antropólogo
Protagonistas de esta historia:
Arturo Alessandri Palma
Carlos Ibáñez Del Campo
Armando Jaramillo Valderrama
Pedro Aguirre Cerda
Elías Lafferte Gaviño
Salvador Barra Woll
Recaredo Amengual Novajas
Prolegómenos
El Historiador Felipe Delgado Valdivia, en su tratado: “La Sociología Criminal entiende
la Violencia Criminal”, expresa: “El Estado chileno se ha construido a partir del
consenso de que la violencia es un instrumento legítimo para lograr el orden en la
Nación. Para esto dispone de la organización de las Fuerzas Armadas y de Orden como
forma para aplacar cualquier forma de resistencia al orden establecido. El monopolio de
la violencia en el Estado, particularmente ejercido por las Fuerzas Armadas, ha sido un
rasgo permanente dentro de la historia institucional de Chile. A fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX la violencia institucional en Chile fue la herramienta que tuvo
el Estado a su disposición para combatir las tensiones sociales y políticas derivadas de
la cuestión social. Bajo la lógica de la disuasión, la violencia institucional disolvería
cualquier estertor político o social proveniente de aquellos grupos resistentes al orden
oligárquico”.
Mapa de Ubicación de La Coruña
En la zona generadora de nitrato se gesta otra de las múltiples epopeyas sociales de los
asalariados, que con su sufragio y tributos hacen posible la pervivencia del Estado, esa
institución política que al interior del territorio monopoliza para sí el uso de la fuerza
legal, ejerce el año 1925 una represión más a la muchedumbre trabajadora, hinca su
garra coercitiva en la Pampa Salitrera.
Chile es un país de matanzas. Sin considerar las revoluciones y golpes de Estado, en un
siglo han ocurrido 80 a nivel nacional, de ellas 27 ejecuciones masivas en la zona
productora de salitre. La historia oficial propicia el encubrimiento de estos asesinatos
colectivos ejecutados por agentes del estado. Estos hechos son cubiertos con un tupido
velo de desinformación y deformación de los mismos. El gobierno central propende al
filtraje de estas noticias y a una sistemática ocultación de sus sangrientas represiones.
El pueblo es inducido a evocar sólo una matanza de jornaleros, con ello se están
ocultando todos los demás asesinatos masivos de chilenos pobres a manos del Estado,
infortunados que prestaron sus brazos para el progreso del país y además entregaron su
voto. Es legítimo conmemorar; pero es justicia recordar todas las carnicerías de
proletarios chilenos y no solamente una de las 27 ocurridas en la pampa salitrera.
Oficina Salitrera “La Coruña”.
Se encuentra ubicada a 985 m.s.n.m. Inicia su actividad productora de salitre en el
Cantón Alto San Antonio, el año 1900 con el nombre de “Cataluña”, denominación que
mantuvo hasta 1910; como tal fue propiedad de Jaime Granja y Cía., para luego pasar a
poder de la empresa Golee Asís y Cía. En 1907, Cataluña vuelve a sus antiguos dueños
Granja y Cía., representada por ellos mismos, con domicilio en Valparaíso; el salitre
que produce lo embarca por Iquique. Su Gerente es Valentín Míguez; administrador,
José Yugan; contador, Juan E. Gil more; cajero fichero, Luís Pomareda; bodeguero,
Isidoro Sánchez M.; jefe de pulpería, Juan Pepic; 2º jefe Elías Moretic; pulpero, Narciso
Díaz; corrector, Froilán Flores; jefe de maestranza, Manuel Pino; químico, Arturo
Banda; jefe de máquina, Ignacio Ordenes; boletero, Francisco J. Alvo; médico Víctor
Salas Herrera, con residencia en Alto de San Antonio.
Cataluña, en 1908, debió someterse a la cuota de producción dispuesta por la Quinta
Combinación Salitrera que determinó la cantidad de 141.000 toneladas de salitre
anuales; habiendo sido su cuota inicial de 300.000 toneladas. En 1910 cambia su
nombre a “Galicia” siendo su reserva calichal de 154 estacas peruanas, equivalente a
27.557 m2. cada una, equivalente al área de un cuadrado de 200 x 200 varas. En 1911
su propietaria es la Cía. Salitrera Galicia, que la representa en Valparaíso. Continúa
embarcando su producción de salitre y yodo por el puerto de Iquique, y es representada
por Baburizza Cicarelli.
Pueblo “Alto De San Antonio”
Para referirnos a este hermoso asiento minero en el año que recordamos, hay que
señalar que el pueblo “Alto de San Antonio” era en 1925 el más importante de la pampa
salitrera; contaba con servicios administrativos públicos: Subdelegación, Juzgado de
Letras, Correos y Telégrafos, Registro Civil, Parroquia, Autoridad Comunal, Cuerpo de
Bomberos, Prefectura Policial, Camal (matadero de ganado para carne), Cantón Militar,
y otros. Además circulaba un periódico local, “El Correo de San Antonio”. En 1918 la
Escuela Pública Nº 28, mixta, tenía por preceptora a Amelia Guerrero Bahamondes,
propietaria con 12 años de servicio; El Curato lo atendía el Presbítero Arturo
Valenzuela G. El desarrollo de este pueblo se debió a que había iniciado su decadencia
el centro urbano administrativo principal de anterior presencia: “La Noria”.
En Alto San Antonio se generó un amplio, surtido y abastecido comercio, integrado por
emporios, tiendas, bares, joyerías, librerías, peluquerías, fondas, restaurantes, casas de
cena, chifas (casa de comida china), panadería, florería, farmacia y, como en todos los
pueblos de la pampa salitrera, también existían lenocinios, garitos y tugurios
clandestinos de venta de alcoholes. Entre los comerciantes extranjeros establecidos
destacaban chinos, italianos, españoles, croatas y árabes. También fue un eslabón
importante de la red ferroviaria.
Matanza de Obreros en “La Coruña”. Viernes 5 de junio de 1925.
Hasta 1925 el proletariado chileno vivió una etapa de variadas luchas reivindicativas
originadas en agudos conflictos laborales.
Los ánimos de la clase trabajadora eran exacerbados por la situación de crisis imperante
y el estado de indefensión que se vivía en la pampa salitrera y en el litoral; la
inexistencia de legislación laboral y de políticas sociales, entre ellas: ausencia de
contratos; subcontratación; jornadas de faenas no reguladas; despido arbitrario;
ocupación de niños y mujeres; sobreexplotación del obrero; pago de los salarios en
fichas; accidentes del trabajo, etc.
“El centro de la rebelión de inspiración comunista, estaba en la Oficina La Coruña,
Tropas del Ejército y fuerza de marinería reprimieron con extrema dureza. Inútil
derramamiento de sangre, vidas sacrificadas por utopías soviéticas en plena pampa, a la
cual llegaban los beneficios de las leyes sociales, tan largamente esperados por los
pampinos”. (Mario Zolezzi Velásquez, 30 de marzo de 2007)
Homero Altamirano, “Hace 100 años Santa María de Iquique”. “En junio de 1925 se
declara una huelga general en Tarapacá. En un intento por sofocar el movimiento el
gobierno decreta el estado de sitio y ordena al ejército atacar con artillería las oficinas
de La Coruña, Pontevedra y Barrenechea”.
En efecto, las tropas llegaron para quedarse una larga temporada represiva.
Foto de Senén Durán G.
La prensa local de la época, por ejemplo “La Provincia”. Iquique, Sábado 6 de Junio de
1925, lo describe así:. “El director del movimiento: Es un tipo de patilla que viste traje
parecido al de los rusos, con gorro blanco y faja roja, apellidado Garrido. Usa el caballo
del administrador de Coruña señor Hevia y se hace llamar Comisario del Soviet”
La Coruña 5 de junio de 1925
Foto gentileza Sr. Mario Santander A.
En esa oficina envuelta en llamas, en medio del fragor del fuego y de las detonaciones
de los explosivos manejados por los defensores y el crepitar de las armas del Ejército
atacante, Garrido, con un brazo menos destruido por una esquirla de acero, no
abandonaba su puesto de jefe y seguía alentando a sus huestes, recordándoles que la
razón y la historia estaban de parte de los trabajadores hasta que, aventajado por el
número de los atacantes, percibió que la obstinación de su parte redundaría en una
carnicería inútil. En este terrible día la luz del sol iluminaba una vorágine de tierra y
humo que como gigantesco hongo oblicuo se levantaba indicando hacia el Este
dibujando la gran tragedia obrera de la salitrera siniestrada. La Coruña era un solo
charco de sangre coagulada y un oscuro manchón de heridos y cadáveres mutilados.
Garrido, vencido por la superioridad del armamento adversario, tuvo que entregarse
voluntariamente lanzando su revólver a la franja enemiga. Reclamó para sí toda la
responsabilidad, declarando ser el único culpable de los hechos. Este heroico gesto de
hombría habla en supremas alturas de sus valores pero, por su calidad de Jefe del
movimiento y por su altanería ante sus aprehensores, fue fusilado esa misma noche; su
ejecución se llevó a efecto en la cancha de fútbol. La rendición de los obreros, con las
manos vacías, fue el epílogo al fuego de las fuerzas combinadas de las armas de la
República, representadas por su ejército regular, utilizado una vez más por el Estado. El
sueño de la libertad se había fugado de la pampa salitrera.
Fosa Común de muertos en La Coruña. Bajo San Antonio.
Fotografía de Senén Durán
Los cadáveres fueron recogidos en carretas calicheras y arrojados a los piques. Estos
inmensos pozos recibieron miles de cuerpos de obreros del salitre caídos en la matanza
ordenada por el gobierno de Arturo Alessandri y ejecutada por el Ejército de Chile. Los
piques de la Oficina San Pedro, adyacentes al cementerio de Bajo San Antonio, se
llenaron con alrededor de quinientos cuerpos humanos y fueron sellados con costras de
sal, caliche y piedras; esos pozos fueron la sepultura de obreros del salitre que hasta
pocos días atrás hacían patria laborando en el desierto y saciando su hambre con pan
amasado en harina de trigo madurado en los campos del sur chileno.
Millares de cadáveres quedaron insepultos; la pestilencia recordaba la miseria de
asesinos y víctimas. Hasta la década de los ochenta, aún era posible verlos cara al sol,
secos, calzando los calamorros domadores de piedras en las pampas que rodean las
ruinas de La Coruña; la piedad de los abuelos pampinos que salen a recorrer las pampas
de su juventud le fue dando humana y respetuosa sepultura; un disecado clavel rojo y
una cruz de hojalata, sin nombre, sobre la tierra trabajada marca sus sepulcros
clandestinos.
Las matanzas del salitre, esas mismas carnicerías que impunemente estuvieron presentes
en Chile desde septiembre de 1888 contra el obrero nacional, volvieron como bestias
hambrientas, esta vez confundiéndose entre verdugos y víctimas, como en la masacre de
huelguistas de Antofagasta (1890), las ejecuciones de Huara (1891), la matanza de la
oficina Chile (1904), la masacre de los ferroviarios de Plaza Colón (1906), la
escalofriante masacre de la Escuela de Santa María de Iquique (1907), los asesinatos de
la “Huelga del Tarro” de Antofagasta (1919), o los fusilamientos en la oficina San
Gregorio (1921).
En Chile el itinerario de la violencia en la época republicana es largo. En los períodos
más negros de su historia, las Fuerzas Armadas y la Policía siempre fueron utilizadas
por los gobiernos de turno en la represión a la clase trabajadora. A las rebeldías, el
motín, la protesta espontánea, la paralización de faenas y las huelgas; el Estado y su
protegido, el capital, responden aplastando legalmente a los obreros con su estructura
institucional: Despido, listas negras, relegación, exilio, exoneración, cárcel, tortura,
desapariciones, fondeo y matanzas; pero, la lucha social nunca se detuvo; por el
contrario, siempre surgieron quienes reemplazaron a los caídos.
La Matanza de Trabajadores en la Oficina Salitrera “La Coruña”, se inscribe en la
Historia del Salitre como una represión más en el largo y doloroso listado de masacres
de asalariados en los territorios de Chile, las cuales suman ochenta.
En estos hechos, los poderes del gobierno sumados a los intereses de las clases
económicamente privilegiadas, eligieron el “razonamiento” de los cañones, tal como
ocurrió en las oficinas “Santa Rosa de Huara” y “La Coruña”. El Ejército (expresión del
pueblo en armas) desnaturalizando su profesionalismo se volvió contra sus
connacionales, al impulso de manos gobernantes que desde La Moneda dirigían los
hilos de esas marionetas, utilizando una ves más al brazo armado del Estado. En 1925,
los jefes militares que se batieron en el campo de las luchas sociales, regresaron a sus
cuarteles portando las “palmas de la victoria”, pero eran laureles sucios, manchados de
sangre obrera.
Salitrera “La Coruña”, 2010.
Ruinas vivas de La Coruña. 2010
Foto de Senén Durán G.
Oficina Salitrera “Maroussia”
Rolando Álvarez Vallejos, nos informa: “Resulta curioso que el historiador Luís Vitale
cite el diario anarquista “El Arrendatario” del 20 de junio de 1925 como referencia
sobre una supuesta matanza en Maroussia, porque en esa edición, en página 2, se habla
de la matanza de La Coruña, y más aún, se dice explícitamente que “en oficinas como
Marousia (sic), los obreros no se sublevaron”. De acuerdo a los antecedentes e
investigaciones en diarios, periódicos y memorias de la época, además consultas al
Archivo del Ministerio del Interior y a trabajos históricos de 1925 y la entrevista con
Justo Zamora, testigo presencial de los sucesos de Coruña, “se llega a la conclusión de
que esta matanza en la oficina Marusia nunca existió en la vida real”.
Patricio Manns, exiliado en Europa a raíz del golpe de Estado de 1973, escribió las
novelas: “Buenas noches los pastores”, “Violeta Parra: La guitarra indócil”,
“Currículum Mortae” y “Actas de Marusia”. El ciclo de las actas está formado por
Actas de Marusia (1974), novela publicada por Ed. Pluma y Pincel en 1992, Actas del
Alto Bío-Bío (1986), y Actas de Muerteputa (1988). El concepto de acta, utilizado
como título genérico para sus novelas, implica una operación de recuperación y
transgresión.
El tema de la novela Actas de Marusia, 1974, relata una rebelión de trabajadores
salitreros en el norte chileno y su brutal represión por las armas, que una empresa
minera extranjera ejerce sobre los habitantes del pequeño pueblo de Marusia, decididos
a conquistar sus propios derechos.
La novela de Manns fue llevada al cine con el mismo nombre “Actas de Marusia”,
dirigido por Miguel Littin. Filmada en el desierto en Chihuahua, la obra contó con un
enorme presupuesto, importantes actores como Gian María Volonté, y la música de
Mikis Theodorakis y Angel Parra. La cinta fue un éxito de taquilla, recibió muchos
premios e incluso estuvo nominada entre las cinco mejores películas extranjeras para los
premios Oscar 1976.
La Matanza de Marusia es una ficción artística que circuló clandestinamente por quince
años en Chile y ha contado con la recepción y simpatía del público.
Salitral en letargo
Senén I. Durán Gutiérrez
I
En el desierto más árido del mundo
anida su existencia la Pampa del Tamarugal,
junto a ella dormita su albo sueño de salitre,
la bravía, la siempre espléndida, soledad calichal.
II
En la enjuta mano de la nortina pampa,
en que por los siglos, el salitre se exprimió
quedó el rastro del vivir pujante
del “pampino” y la compañera de su sino.
III
En el reino del claro y la tierra seca,
en el parque de las flores de pedernal.
En su profundo lecho yace el caliche,
que emergió trocado en blancura salitral.
IV
Albo nitrato, nieve de llanura tarapaqueña,
que en miríadas de bajeles hízose a la mar,
embelleció cultivos en lejanas tierras,
apremió al suelo que gustoso entregó el pan.
V
El recolectar de copos milagrosos se detuvo.
El silencio a su ocre solar regresó.
Una huella de trabajo es testigo
en el páramo do el pampino señoreó.
VI
Descolgué del horizonte claro
los cortinajes del silencio,
para cubrir el reposo herido
del enganchado y sus huestes
que en los calichales forjaron
la nueva raza de chilenos.
Floración de Tamarugos
Alborada del Siglo XXI
Bibliografía esencial revisada
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DIARIO “EL COMUNISTA”, DIARIO DE LA CLASE OBRERA
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DIARIO “EL COQUIMBO”, DE LA SERENA
La Serena: Junio 5 y 8 de 1925
DIARIO: “EL DESPERTAR” DE LOS TRABAJADORES
Iquique, Marzo 5; mayo 5; 14; 30; Junio 2 y 3. Diciembre 19 y 25 de 1925
DIARIO “EL MERCURIO”
Santiago: Junio 9 y 16 de 1925
DIARIO “EL NACIONAL”
Iquique: Abril 3; 4; 5; 17; 28; 23; Mayo 4; 8; 9; 12; 13; 18; 27; 30; Junio 1º; 2; 3; 4; 5;
6; 8; 9; 10; Julio 7 de 1925
DIARIO “EL TARAPACÁ”
Iquique: Marzo 10; 17; 31; Abril 7; 8; 9; 18; 24, 29; Mayo 3; 30; 31; Junio 3; 4; 5; 6; 7;
9; 10; 11; 12; 14; 18; 19; 21; 24; 25 y 30 de 1925
DIARIO “EL SURCO”
Iquique: Mayo 1; 22, Junio 21, de 1926
DIARIO “LA PATRIA”
Iquique: Junio 3; 4; 5; 7; 8; 9; 10; 11 y 12 de 1925
DIARIO “LA PROVINCIA”
Iquique: Junio 2; 6; 7; 9; 10; 11; 12; 14; 16; 18; 20; 26 y 30 de 1925
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Fuente: http://wpchile.wordpress.com

DEL SITIO WEB
http://www.disorder.cl/2011/12/21/las-matanzas-mas-grandes-en-chile-durante-el-siglo-xx/

Las matanzas más grandes en Chile durante el Siglo XX

Por Francisco Campos el 21 diciembre 2011
Por Francisco Campos D.
Hoy se cumplen 104 años de la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique, la masacre más grande de la historia de Chile en tiempos de paz. Desgraciadamente, nuestra memoria tiende a fallar cuando nos conviene y no siempre tenemos muy presente hechos tristes de nuestra historia, por lo tanto, hemos recolectado las peores matanzas ocurridas a lo largo del Siglo XX. Desde la Pampa Irigoin hasta Santa María de Iquique, pasando por Ránquil y el Seguro Obrero, todo después del salto.

La masacre de Puerto Montt o la matanza de Pampa Irigoin

En marzo de 1969, un grupo de pobladores sin vivienda de Puerto Montt compuesto por aproximadamente noventa familias, decidió tomarse el sector conocido como Pampa Irigoin, un sitio eriazo de la ciudad. La idea de los pobladores era que el terreno les fuese cedido para construir allí sus viviendas, pues la gente alegaba que el sitio se encontraba en desuso, razón por la cual podía ser expropiado por el Estado y cedido a los pobladores para que pudiesen construir una vivienda definitiva.

La toma, iniciada el 4 de marzo de 1969, se desarrollaba de manera pacífica. Pese a que tenían orden de desalojar a los pobladores, Carabineros se mantenía distante y hasta el día8 de marzo no había actuado de forma violenta. Sin embargo, por presión de los propietarios del terreno tomado, la familia Irigoin, la mañana del día 9 de marzo cerca de 250 carabineros irrumpieron violentamente en el sector, iniciando un brusco desalojo que culminaría con más de 50 heridos y 10 pobladores muertos, incluídos un niño de tan sólo nueve meses de vida.
Carabineros defendió su actuar señalando que los pobladores se resistieron al desalojo de forma violenta y que se habían visto en la “imperiosa necesidad” de utlizar sus armas, no obstante, en el registro del servicio de urgencias del Hospital Regional de Puerto Montt, no se reportó a ningún carabinero herido. En ese sentido, testigos del hecho señalaron que carabineros habría “correteado” a los pobladores a palos y a balazos. Sin embargo, pese a lo evidente del actuar violento e irracional de carabineros, estos jamás asumieron su responsabilidad, pues la orden de sacar a los pobladores en toma habría emanado del propio presidente de la República, Eduardo Frei Montalva, quien a través de su ministro del interior Edmundo Pérez Zujovic – asesinado en 1971 por las VOP en represalia por este hecho – habría dado la orden de desalojar la Pampa Irigoin a cualquier costo.

La matanza del Seguro Obrero

El 5 de septiembre de 1938, previo a las elecciones presidenciales de aquel año, un grupo de miembros del Movimiento Nacional Socialista de Chile trató de llevar a cabo un golpe de estado que tenía por fin instalar a Carlos Ibáñez del Campo en la presidencia. El grupo de jóvenes llevó a cabo el hecho durante la mañana de aquel día, esperando que miembros de las Fuerzas Armadas, cercanos a Ibáñez, se les unieran. Esto nunca ocurrió y los nazis chilenos no tuvieron mayor opción que refugiarse en el edificio del Seguro Obrero, actual ministerio de Justicia, en la Plaza de la Constitución.
Los jóvenes, que esperaban el apoyo de una importante facción del ejército, se refugiaron en los pisos superiores de la torre, disparando desde ese lugar a los carabineros que habían acudido. A medida que avanzaba el día, las posibilidades de que los militares concurriesen al lugar se desvanecían, por lo tanto resultaba prácticamente imposible que los nazis cumplieran su objetivo. Mientras esto ocurría, el presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, ordenó al alto mando de Carabineros que la insurrección debía ser “sofocada a cualquier costo”, pues consideraba el alzamiento como un indicio de la ramificación de la ideología en Chile, razón por la cual debía ser detenida de inmediato.

A media tarde, pactaron la rendición y, mientras eran reducidos por Carabineros, otro grupo de jóvenes que había participado del alzamiento y que se había refugiado en la casa central de la Universidad de Chile, fueron sacados en fila y conducidos con las manos en la nunca al edificio del Seguro Obrero, en donde fueron reunidos con los que ya estaban en el edificio. Los jóvenes, que en total sumaban 63, fueron conducidos al sexto piso y puesto en fila frente a la pared, para luego ser fusilados por orden directa del propio presidente Alessandri.
El hecho causó inmediata conmoción en el país y todos los sectores políticos señalaron como responsable de la masacre a Alessandri, pues se le acusaba de haber dado la orden de fusilar a los participantes de la insurrección como una forma de “castigo ejemplar”. No obstante, esta tesis fue rechazada y Alessandri salió impune del hecho. Al final su popularidad bajó aun más, aumentando el rechazo de la población a su figura, pues no quedaba duda alguna de que él era el principal culpable de la matanza.

La masacre de Ránquil

Antes de la matanza del Seguro Obrero, Arturo Alessandri ya tenía antecedentes de haber reprimido violentamente un levantamiento popular, esta vez en la localidad de Ránquil, comuna de Malleco en la región de la Araucanía. El hecho se produjo en 1934 luego de que un grupo de indígenas – compuesto por mapuche, pehuenche y huilliche – se alzó por la progresiva enajenación de sus tierras ancestrales por parte del gobierno, el cual las cedía o vendía a empresarios agrícolas o a colonos europeos. Paralelamente a este alzamiento, un grupo de trabajadores de los lavaderos de oro de la localidad de Lonquimay, ubicada en la precordillera de la Araucanía, protestaban por el trato abusivo de sus patrones.
Ante esta situación, el recientemente asumido presidente Alessandri envió un contingente de Carabineros al lugar, el cual no pudo sofocar el alzamiento y produjo que trabajadores e indígenas hicieran causa común para enfrentar la represión del gobierno. Alessandri decidió actuar con más fuerza para poner fin al incidente. De esta forma, el 6 de julio de 1938 un importante contigente de Carabineros armados, rodeó a los protestantes y abrío fuego sobre ellos sin ninguna consideración.

Según señalan testigos del incidente, los carabineros habrían tenido órdenes de no dejar sobrevivientes. Las víctimas habrían sido alrededor de 500. Sin embargo, las cifras oficiales mencionaron entre 170 y 200 víctimas. El problema, es que muchos de los fallecidos habrían pertenecido a comunidades indígenas, los cuales no habían sido inscritos en el registro civil y resultaba sumamente complicado comprobar la muerte de alquien que no existía en los registros oficiales.

La matanza de la Escuela Santa María de Iquique

En diciembre de 1907, un grupo de trabajadores pertenecientes a las oficina salitreras San Lorenzo y San Antonio, iniciaron una huelga producto del abusivo trato por parte de sus patrones y por las miserables condiciones en las que se veían obligados a vivir. Los trabajadores – que alcanzaron un número que oscila entre los 18 mil y 20 mil personas – marcharon desde las salitreras hacia la ciudad de Iquique, en donde por orden del intendente Carlos Eastman (¿Les suena el apellido?) debieron recluirse en la escuela Santa María de dicha ciudad, ante el temor de las autoridades de que la huelga se extendiera por toda la ciudad y de que se produjese la llegada de nuevos huelguistas a la zona.

El gobierno, estrechamente relacionado con los propietarios de las salitreras a quienes debían la principal fuente de ingresos del Estado Chileno, reaccionó enviando tres buques de guerra y un importante contingente militar a la ciudad de Iquique, pues “no estaban dispuestos a tolerar una inserrección de ningún tipo y mucho menos a negociar con los huelguistas”. Por lo tanto, estaba más que claro que la única solución para ellos era el fin incondicional de la huelga o, de lo contrario, abrirían fuego en contra de los manifestantes, si no, no se explica bajo ningún caso el gran despliegue naval y militar.
Como los huelguistas no estaban dispuesto a rendirse el ejército al mando del general Roberto Silva Renard – quien ya tenía antecedentes de haber participado en la violenta represión de las huelgas de Valparaíso y Santiago en 1903 y 1905 respectivamente-, abrió fuego sobre quienes se encontraban en la escuela Santa María el 21 de diciembre de 1907, sin importarle que en ese lugar se encontrase un gran número de mujeres y niños pues, para Silva Renard, los huelguistas eran el enemigo y no merecían ninguna consideración. El ataque del ejército hacia los huelguistas no duró más de 10 minutos y dejó un saldo oficial de aproximadamente 200 a 250 víctimas fatales y un incuantificable número de heridos. Hay quienes señalan que la cifra de muertos podría haber superado los tres mil, sin embargo, tomando en cuenta el periodo de tiempo en el que se realizaron los disparos y el poder de cadencia de las armas de la época, el número de víctimas no podría haber superado los dos mil.

Pese a la discusión en torno al número de víctimas, que por lo demás es horroroso cualquiera que fuese, resulta innegable la brutalidad y crueldad con la que el ejército reprimió a las víctimas, las cuales no solo murieron a causa de las balas sino que un importante número murió por bayonetazos y sablazos propinados por los soldados. Incluso se encontró el cadáver de una mujer con su hijo en brazo, ambos atravesados por una lanza. Quienes sobrevivieron a la matanza fueron enviados a una especie de campo de concentración improvisado en el Club Hípico de Iquique o enviados a Valparaíso.
Silva Renard no recibió mayores críticas por su brutalidad, pues era considerado un héroe de guerra, razón por la cual sería posteriormente distinguido por el Ejército de Chile.


DEL SITIO WEB
http://www.puntofinal.cl/560/sangregorio.htm


La matanza
de San Gregorio


EL sector de máquinas de la Oficina San Gregorio. (Iconoteca Universidad de Antofagasta).
Al iniciarse en 1914 la primera guerra mundial, la industria salitrera experimentó una grave crisis. Los buques que exportaban el salitre pertenecían a los países beligerantes, en consecuencia, se produjo una falta de transporte. Además, Alemania, el mayor consumidor de nuestro nitrato natural, sufría el bloqueo marítimo y terrestre que le impusieron los aliados. Sin embargo, las exportaciones subieron bruscamente en 1916-1917 al emplearse el salitre en la fabricación de explosivos, lo que provocó un alza de su precio.
Al terminar el conflicto y advenir la paz, era inevitable que el consumo de salitre disminuyera. Por otra parte, se había creído que la guerra duraría varios años más y los compradores europeos habían acumulado grandes reservas, formándose, especialmente en Inglaterra, stocks de especulación. Otros factores como la desvalorización monetaria que sufrían algunos países compradores; la baja espectacular del precio del algodón norteamericano y la crisis de esa industria (que era una gran consumidora de nuestro salitre), y la competencia del salitre sintético que, gracias a la política proteccionista que adoptó Alemania marginó del mercado centroeuropeo a nuestro salitre natural, hicieron que la crisis salitrera de 1921-1922 fuese inevitable y tan grave que “de las 134 oficinas salitreras que funcionaban entonces, 91 paralizaron sus actividades”(1).
El libro del historiador Floreal Recabarren, editado por LOM. Trata a fondo la masacre de San Gregorio e incluye las fotos que reproducimos en estas páginas.

La crisis ya era vaticinada por la prensa antofagastina en 1920. La situación se vio agravada por la brusca caída de la demanda de cobre, cuya producción había aumentado desde que comenzara a explotarse Chuquicamata en 1915. Antofagasta se estaba convirtiendo en una ciudad de cesantes. En las oficinas salitreras que seguían trabajando los empresarios recurrían a los despidos y rebajas de salarios, sumándose a estas prácticas la negativa a pagar desahucio a los trabajadores despedidos. Luis Emilio Recabarren y otros dirigentes de la Federación Obrera de Chile (Foch) recorrían la pampa organizando a los trabajadores, predicando la resistencia y el no abandono de las oficinas mientras no se pagara el desahucio.
LOS SUCESOS
DEL 3 DE FEBRERO
La firma Gibbs y Cía. avisó, a mediados de enero de 1921, al “gringo” Daniel Jones López (en realidad chileno) administrador de la Oficina San Gregorio del cantón de Aguas Blancas, que su paralización se cumpliría en los primeros días de febrero. Mr. Jones dio el correspondiente aviso a los trabajadores, los que exigieron el pago del desahucio. Esto a juicio de los empresarios era improcedente, tanto legal como moralmente, pues habían dado con quince días de anticipación el aviso de despido. El intendente de la provincia, Luciano Hiriart Corvalán, comunicó a fines de enero al presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, esta situación. Alessandri respondió “recomendando” emplear las “fuerzas morales del razonamiento y convicción” y que “si la resistencia obrera a abandonar oficinas salitreras continúa, procure ir personalmente” a explicar que los salitreros y el Fisco no tienen plata para continuar la producción de salitre. Era una simple “recomendación” y no una “orden precisa”, cosa que hace notar el historiador Ricardo Donoso(2), dejando así que “los militares hiciesen la subida a la pampa por su cuenta, sin control de una autoridad civil”. Para mantener el orden, a fines de enero el intendente Hiriart había mandado a establecerse en San Gregorio a un grupo de cinco carabineros mandados por el teniente Lisandro Gainza. Como la tensión continuaba, decidió reforzarlo con un pelotón de veinte soldados al mando del teniente Buenaventura Argandoña Iglesias, del Regimiento Esmeralda de Antofagasta que llegó a San Gregorio el 3 de febrero. A las 5 de la madrugada, el teniente acompañado de su tropa recorrió el campamento anunciando que a las 7 un tren los conduciría a Antofagasta. Esto encontró tenaz oposición de Luis Alberto Ramos Bustamante, miembro del subconsejo de la Foch en San Gregorio; el tren partió con pocos pasajeros.
A las 13:30 partió otro tren con las familias de algunos empleados. A las 15 horas comenzaron a llegar grupos de obreros “portando banderas rojas y cantando canciones socialistas” -como se lee en el copiador de sentencias criminales de la Corte de Apelaciones de Iquique- procedentes de distintas oficinas del cantón (como La Valparaíso, Eugenia, Marusia, Pepita, etc.), para prestar ayuda a sus compañeros. “Todos conocían el significado de tropas militares en las oficinas salitreras, cuando se discutían los pliegos de peticiones o había vientos de huelga”(3). Según declaración judicial del teniente Gainza, Argandoña había calculado 2.300 obreros. Estas columnas se reunieron en la plaza donde se realizó una concentración para escuchar a los dirigentes, que reclamaron la cancelación del desahucio y reafirmaron la decisión de no abandonar la Oficina mientras la casa Gibbs no se comprometiera a pagar.
Alrededor de las 5 de la tarde una abigarrada columna encabezada por los dirigentes de la huelga, seguidos por las mujeres, los niños y, por último los trabajadores, se dirigió a la administración. Los dirigentes pidieron hablar con Mr. Jones para entregarle un petitorio. El administrador se hizo acompañar por los tenientes Argandoña y Gainza. Como los manifestantes seguían avanzando, Argandoña les ordenó no atravesar la línea férrea que cruzaba el lugar, lo que no fue acatado. Los manifestantes formaron, luego, un semicírculo para entrevistarse con Mr. Jones. El obrero Casimiro Díaz, miembro de la comisión negociadora, levantando su libreta reclamó la cancelación del desahucio. Mr. Jones le expresó que aceptaba pagarlo, pero no en la Oficina sino en Antofagasta. La reacción de los obreros fue rechazar esta oferta. En ese instante comenzaron los disturbios, precisamente cuando “Alejandro Fray Douglas, gerente y representante de la empresa Gibbs miraba las alternativas del conflicto oculto en la Oficina Valparaíso, a 4,5 Kms de San Gregorio. En lugar de tomar medidas para resolver la situación, le fue más fácil coger el teléfono para informar al intendente de la provincia que la violencia había estallado”(4).
De acuerdo a la declaración que hiciera posteriormente el sargento 2° Juan Reyes, el teniente Argandoña dio la orden de disparar, desbandándose los manifestantes hacía el campamento. Pero los más audaces enfrentaron a la tropa. Argandoña fue levemente herido en la mano izquierda y se refugió en la oficina de contabilidad, disparando desde una de las ventanas. “Disparó su revólver cuatro veces contra los insubordinados”, según manifestó a El Mercurio el 10 de agosto de 1921 otro de los testigos. Los ánimos de los obreros se enardecieron al ver caer a sus compañeros y, tras derribar la puerta de la oficina de contabilidad, se abalanzaron sobre Argandoña y lo sacaron a la fuerza, ultimándolo frente a la pulpería. La causa precisa y necesaria de la muerte, según el informe del médico legista, fueron “las lesiones traumáticas, dada su naturaleza y situación, recibidas después de las heridas a bala”. Estos traumatismos seguramente fueron causados -según declaración del testigo Ramón Payne- “por un hombre alto, de traje blanco y como de 40 años, (quien) le daba golpes con todas sus fuerzas con una barreta de fierro, cayendo entonces el teniente asesinado”.
El teniente de Carabineros Lisandro Gainza, cuya conducta fue posteriormente motivo de críticas, “tomó su caballo y huyó desesperado por la pampa”(5). El administrador Jones, que había huido hacia el campamento, fue reducido por los obreros recibiendo numerosos golpes y cuatro heridas con instrumentos punzantes y cortantes, algunas muy graves, que le afectaron un pulmón y le provocaron una intensa hemorragia.
Vicuña Fuentes expresa que “en San Gregorio los dragones y carabineros al mando del cabo (Luis Alberto) Faúndez se defendieron heroicamente de la poblada que los tenía sitiados. La superioridad de las armas y las paredes del cuartel los ponían a cubierto de una sorpresa violenta, pero su situación era crítica y aprovechando la noche se retiraron a caballo a una poblada vecina”(5). (Cabe señalar que, en verdad, estaban comandados por el sargento Juan Reyes. El cabo Faúndez fue una de las dos únicas víctimas que tuvieron que lamentar en esa huida los uniformados).
Después de horas de persecución los obreros se convencieron de la imposibilidad de su intento y decidieron volver al campamento, por lo que los fugitivos pudieron llegar sin problemas a las 9 de la mañana del 4 de febrero a Laguna Seca, donde supieron que el mayor Rodríguez se dirigía con refuerzos a San Gregorio. ¿Qué había pasado entretanto en el campamento? Abandonada la Oficina por los soldados y carabineros, los obreros dirigidos por Luis A. Ramos se encargaron de restablecer el orden, se hicieron cargo de la farmacia y la pulpería, con el objeto de distribuir medicinas y alimentos. Como no encontraron al médico Rodolfo Barrow que atendía la Oficina, el practicante Pedro Rivas se dedicó a curar a los heridos. Al comprobar lo mal herido que estaba el administrador, le puso inyecciones de cafeína con aceite alcaforado. A las cuatro de la mañana llegó el doctor Barrow, quien verificó que el pulso de Jones era cada vez más lento. Un grupo de dirigentes llevó al administrador un papel en que se decía que al solicitarle los obreros el desahucio, Argandoña les había disparado, el que fue firmado por Jones junto con una misiva al jefe de las fuerzas que vendrían de Antofagasta en que se le pedía abstenerse de hacer uso de las armas contra los obreros. Antes de las 9 de la mañana los trabajadores de las otras oficinas regresaron a sus hogares, por lo que cuando llegaron los primeros refuerzos, a cargo del teniente Cristi, sólo encontraron a los pobladores de la Oficina San Gregorio.
DESPUES DE LA TRAGEDIA
Luis Alberto Ramos, dirigente sindical de San Gregorio, fue condenado a muerte y amnistiado en 1925. (Iconoteca Universidad de Antofagasta).
El resultado de la tragedia -según el historiador Luis Vitale(6)- fue de 65 obreros muertos y 34 heridos, de los que tres murieron antes de llegar a Antofagasta. Entre los militares murieron el teniente Argandoña, el cabo Faúndez y el soldado Juan Vera, todos del regimiento Esmeralda. Murió, asimismo, el administrador de la oficina, Daniel Jones, cuando era trasladado a Antofagasta. La cifra de 500 obreros muertos que dan algunos autores (como Julio César Jobet y Hernán Ramírez Necochea), parece exagerada y no coincidente con las informaciones de la propia prensa obrera. En efecto, en El Socialista de Antofagasta, de 5 de febrero, se expresa que después de cuatro descargas, más de cien obreros habían quedado en la pampa entre muertos y heridos, y más adelante puntualiza que los muertos eran setenta; el Abecé de Antofagasta, de 11 de febrero, publica las declaraciones del panadero de la Oficina, Delicio Castillo, quien dice que los obreros muertos y heridos pasaron de cien, y Luis Emilio Recabarren en declaraciones a La Epoca, de Santiago (reproducidas en La Reforma de Antofagasta, el 11 de febrero), calcula en sesenta los muertos y un centenar de heridos. En cambio, las fuentes “oficiales” (declaraciones de los militares involucrados, partidas de defunción del Registro Civil, etc.) sólo hablan de 30 a 39 muertos. Una posible explicación de esta disparidad es que en la Oficina San Gregorio el 5 de febrero resultaron muertos efectivamente treinta y tantos obreros (todos, menos uno, a bala), pero el resto murió fuera de la Oficina, o posteriormente.
Nos basamos en los siguientes hechos:
1°) La comisión de la Foch de Antofagasta que el 5 de febrero (dos días después de los sucesos descritos) subió a la pampa autorizada por el intendente, declaró: “Haber visto 36 cadáveres. Hay indicios de que quedaron otros tantos en la pampa”;
2°) El entonces jefe de pampa de la Oficina, Guillermo Argandoña, contó al profesor Floreal Recabarren “que hicieron una zanja y los enterraron afuera de la Oficina entre los ripios”. Lógicamente estos no figuran en las partidas de defunción;
3°) Existen versiones de que las fuerzas que llegaron a San Gregorio después de estos hechos tomaron venganza eliminando a los heridos, lo que es negado por Floreal Recabarren, aduciendo que estas versiones no coinciden con el informe de la comisión de la Foch. Sin embargo, basta leer el informe (publicado en el Abecé el 8 de febrero), para comprobar que se refiere a los trabajadores que estaban en sus casas en el campamento, los que fueron apartados “de sus mujeres y niños” y encerrados en una bodega, “verdadero campo de concentración”, y no a los heridos que estaban en una sala especial. Un informe posterior (8 de marzo) hecho por dos dirigentes nacionales de la Foch, Manuel Hidalgo Plaza y Eduardo Bunster, expone: “Al día siguiente de ocurridos los sucesos, llegaba un nuevo destacamento de tropas, al mando del mayor Rodríguez, quien había de cometer las mayores atrocidades que con los obreros se había cometido en la pampa. Al grito de vengar al teniente Argandoña, la tropa penetró a la sala donde estaban los heridos y a culatazos destrozó las cabezas de los heridos que ahí se curaban”. Aún más, agrega: “Realizada esta humanitaria labor hicieron irrupción en el campamento dedicándose a cazar obreros, hasta el punto que los asesinatos cometidos en ese día fueron casi el doble de los que hubo en el día de la refriega. De los oficiales que se caracterizaron por su brutalidad contra los obreros debe citarse al teniente Troncoso, que no pudo realizar su obra debido a la actitud del mayor Rodríguez”. De acuerdo a lo expuesto no resultaría tan inexacto -como pretende Floreal Recabarren- el relato que hace Vicuña Fuentes en cuanto que “el ejército fue a San Gregorio no a cumplir la función pública de restablecer y resguardar el orden, sino a ejercer una innoble venganza, doblemente ciega, porque no se sabía el verdadero motivo de la muerte de Argandoña ni se cuidó de comprobar la relación mentirosa del cobarde teniente Gainza”(6).
Patricio Manns, al hablar de “San Gregorio: la primera de las seis matanzas de Arturo Alessandri Palma”(3), expresa que los heridos fueron conducidos en trenes calicheros a Antofagasta. “Allí, los hombres, las mujeres y los niños heridos, fueron atacados y varios de ellos muertos por las guardias blancas, lo que puede revelar más claramente todavía la atrocidad con que el Estado de Chile sellaba la suerte de sus trabajadores, pues las guardias blancas actuaban con pleno acuerdo del ejército. Las autoridades de gobierno, encabezadas por el presidente Arturo Alessandri Palma, felicitaron al intendente de la provincia, Luciano Hiriart Corvalán”.
Ricardo Donoso, por su parte, expresa: “Ciento treinta víctimas cayeron en el campo, entre ellas muchas mujeres y niños”, según afirma Vicuña Fuentes(5).
El presidente Alessandri facultó al intendente “para que tome mientras tanto y adopte absolutamente todas las medidas que su prudencia le aconseje y tendrá mi amplia aprobación”.
Hiriart envió un destacamento de 50 hombres con dos ametralladoras pesadas al mando del mayor Arancibia y del capitán Contador a la pampa de Aguas Blancas. Una avanzada de diez hombres a las órdenes del teniente Cristi partió en la madrugada en dirección a San Gregorio. Al mismo tiempo, otras fuerzas partieron a diversos puntos de la pampa con la orden terminante de hacer fuego sobre cualquier grupo sospechoso que se presentase en el camino de Aguas Blancas(4). En Antofagasta, se dispuso que guardias armados recorrieran las calles resguardando el orden y que el comandante general de armas repartiese rifles al Cuerpo de Bomberos. Todo estaba encaminado a evitar una huelga general.
El gobierno decretó el estado de sitio para la provincia y llamó a las reservas del Regimiento Esmeralda. El 5 de febrero llegaron el vapor Huasco, con 79 soldados del Regimiento Coraceros y el día 6 el crucero Esmeralda, con marinería y 270 hombres que fueron enviados al interior, permaneciendo durante tres meses acantonados en el sector de Aguas Blancas y Pampa Central.
La opinión pública, entretanto, estaba interesada casi exclusivamente en las próximas elecciones parlamentarias. En Antofagasta obtendría un triunfo espectacular el candidato del Partido Obrero Socialista, Luis Emilio Recabarren.
Para establecer cómo ocurrieron los hechos y sancionar a los culpables, tanto la justicia ordinaria como la militar iniciaron las correspondientes investigaciones. La Corte de Apelaciones de Iquique, a petición del gobierno, nombró a uno de sus integrantes, Ismael Poblete, como ministro en visita. En el proceso el breve sumario del mayor de Carabineros Jorge Leiva, como fiscal, figura como uno de los antecedentes tomados en consideración. La investigación demoró varios meses y es fácil deducir que se trató de responsabilizar -a pesar de no contar con pruebas- al dirigente sindical Luis Alberto Ramos de la muerte del teniente Buenaventura Argandoña.
En agosto de 1922 la Corte de Apelaciones de Iquique pronunció sentencia definitiva por la que se condenó a los dirigentes Luis Alberto Ramos, Casimiro Díaz y Manuel Jaque a la pena de muerte por el delito de robo con homicidio en la persona del teniente Argandoña; a otros obreros a 10 años de presidio por el delito de robo con fuerza en las cosas, y a penas menores al resto. La Foch periódicamente realizaba concentraciones en Antofagasta y pueblos del interior exigiendo la libertad de los reos. En 1925 la junta militar de gobierno, integrada por el civil Emilio Bello Codecido, el general Pedro Pablo Dartnell y el almirante Carlos Ward, amnistió mediante un decreto a todas estas personas, que salieron en libertad el 30 de enero de dicho año

RENE BALART CONTRERAS

Bibliografía:
(1) Oscar Bermúdez Miral. Breve historia del salitre. Ediciones Pampa Desnuda. Santiago, 1957.
(2) Ricardo Donoso. Alessandri, agitador y demoledor. Tomo I. Fondo de Cultura Económica. México, 1958.
(3) Patricio Manns. Chile: una dictadura militar permanente (1811-1999). Ed. Sudamericana. Santiago, 1999.
(4) Floreal Recabarren R. La matanza de San Gregorio. 1921: crisis y tragedia. 2° edición. LOM Ediciones. Santiago, 2003.
(5) Carlos Vicuña Fuentes. La tiranía en Chile. Tomo II. Imprenta y Litografía Universo. Santiago, 1928.
(6) Luis Vitale. Interpretación marxista de la historia de Chile. Tomo IV. 2° edición. LOM Ediciones. Santiago, 1993.









DEL SITIO WEB

http://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_de_Plaza_Col%C3%B3n

Matanza de Plaza Colón

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Se conoce como matanza de la plaza Colon a los tragicos sucesos ocurridos en la ciudad chilena de Antofagasta el 6 de febrero de 1906, hecho, el cual terminaria con la vida de 300 obreros en consecuencia de una huelga comenzada por trabajadores del ferrocarril Antofagasta-bolivia por demandas laborales, las cuales terminarian en la posterior masacre por parte de el ejército chileno y empresarios acaudalados de la naciente ciudad.

[editar] Causas

El 6 de febrero de 1906 obreros del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia realizaron un petitorio para pedir la extensión de la hora de almuerzo, pero la empresa denegó dicho planteamiento.La negativa de la empresa provocó la natural reacción de las mancomunales obreras.Tan solo 30 minutos que –a la postre- significarian 300 muertes según algunas fuentes, aunque lo oficial no llegó a los sesenta fallecidos, algo que era también frecuente en la epoca, como lo ocurrido en la matanza de la escuela Santa Maria en la ciudad de Iquique.
Se generó entonces una huelga a la que se sumaron también los lancheros –que eran muchos- junto a los marítimos, estibadores y carretoneros. Obreros todos, que alzaron sus voces para solicitar lo que les parecía justo: un tiempo prudente para compartir el almuerzo con su familia. Solo treinta minutos más.
Las cosas tomaron otro cariz cuando los miles de obreros organizaron un mitin en la Plaza Colón. Ante tan delicada situación, el Intendente de la época recurrió al comandante del Batallón “Esmeralda”, Sinforoso Ledesma, quien facilitó fusiles para armar a la llamada “Guardia Blanca”, que fue liderada por Adolfo Miranda, la que estaba integrada por personeros pudientes y comerciantes de la naciente ciudad de Antofagasta. A su vez, desembarcó un piquete de la marinería del crucero “Blanco Encalada”, fondeado en la bahía desde el día avieja ql nterior.
Los caldereros y los huelguistas todos, subieron por calle Prat a eso del mediodía, gritando consignas contra sus empleadores, alzando los puños y dejando en claro que “Obreros somos trabajadores, no esclavos…” Los manifestantes quedaron entre dos fuegos: la “Guardia Blanca” y la marinería del “Blanco Encalada”. Bastaria un tiro para que se desencadenaran los cruentos sucesos. La balacera segaria vidas por cientos, la mayoría obreros, caldereros, gente de mar… Una vez más el plomo y la metralla mordían la carne obrera, silenciando las voces de trabajadores que solo pedían media hora más para ir a almorzar a sus casas.

[editar] Consecuencias de la Masacre

Ironicamente, luego de la matanza, se produciria una sangrienta ecuación: diez muertos por cada minuto de trabajo (entendiendo que la demanda era por 30 minutos mas de colacion y la cifra de muertos 300), ya que, días más tarde, la empresa habría de conceder a sus caldereros aquellos 30 minutos que eran la base de su demanda.
Decia un periodista actual:
  "Muchos de ellos dejaron un espacio vacío –su lugar- en la mesa de sus hogares.
  Esos nunca más llegaron a su casa para el reparador almuerzo junto a los suyos..
  Ellos murieron por pedir tan solo treinta minutos más…"



Antofagasta, 1906 Masacre de la PLAZA COLON

CIUDAD de Antofagasta, 1906.
Autor: IVAN LJUBETIC VARGAS
Las combinaciones mancomunales -las primeras organizaciones sindicales- surgieron en Chile en 1900. En 1904 celebraron en Valparaíso su primera convención nacional. Asistieron quince mancomunales que agrupaban veinte mil socios. El 23 de julio de ese año, Recabarren escribió en El Proletario, de Tocopilla: “No es una sola mancomunal que hoy se encuentra en buen pie, sino todas; de Iquique a Valdivia se ve inusitado movimiento obrero, un engrosar de filas, un entusiasmo que maravilla”. Menciona las mancomunales de Iquique, Pisagua, Tocopilla, Antofagasta, Taltal, Chañaral, Coquimbo, Valparaíso, Santiago, Coronel, Valdivia y otras. El aparecimiento de las mancomunales significó un salto cualitativo en las luchas obreras. Un nuevo elemento que aportaron fue la solidaridad de clase. Un ejemplo: lo ocurrido en Antofagasta en 1906.
LA MANCOMUNAL DE ANTOFAGASTA
En el puerto de Antofagasta se había constituido en 1903 la Combinación Mancomunal de Obreros. Agrupaba a los gremios de lancheros, jornaleros de tierra y marítimos, carpinteros, mecánicos, herreros, caldereros y carpinteros de ribera. Su periódico, El Marítimo, publicó el 27 de junio de 1903 los fines de la agrupación: “Vincular el porvenir de los combinados y de las clases obreras en general, al bienestar económico, social e industrial”. En 1906, el gremio de los caldereros del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, que operaba en manos de una compañía británica, considerando escaso el tiempo de una hora que se les daba para almorzar -por entonces los trabajadores solían almorzar en sus casas- iniciaron un movimiento para alcanzar la hora y media, que era la norma en el resto del país. En la ciudad se constituyó un comité en apoyo a esta reivindicación, que envió una carta a los patrones. Casi todas las respuestas fueron positivas, aceptando la hora y media. Sólo hubo una excepción: la compañía inglesa que explotaba el ferrocarril de Antofagasta a Bolivia. El Marítimo informó: “La empresa del ferrocarril, con una obstinación rayana en la estupidez, se negó a conceder a sus operarios lo que éstos pedían, haciendo en cambio proposiciones bastante ridículas como ser la de conceder la hora y ... (...)

(Lea este artículo completo en la edición impresa de “Punto Final”)




DEL SITIO WEB
http://escritoresprovincianos.blogspot.com/2012/08/cinco-tumbas-de-la-matanza-de-la-plaza.html#!/2012/08/cinco-tumbas-de-la-matanza-de-la-plaza.html




Fotos: Seba Rojas

Richards Rogers, 20 años, no entiende porque la turba lo persigue. El joven ve una posibilidad de refugiarse y se introduce en el negocio de un boliviano en la actual calle Matta. El boliviano queda congelado cuando halla a este joven de aspecto inglés entrando jadeante a su negocio. Luego el joven le suplica que lo esconda hasta que pase todo.
Antofagasta está revolucionada, es el 7 de febrero de 1906, y el día anterior murieron asesinadas algo así como 58 personas –otros hablan de 300- en la denominada matanza de la Plaza Colón. Ahora la masa exige venganza.
Richards Rogers caminaba por las calles del centro después de salir de su casa del Ferrocarril, cuando una voz acusadora lo sindica como parte de la denominada “Guardia Blanca”, grupo de comerciantes armados que disparó el día anterior contra los huelguistas; es ahí cuando sin derecho a réplica comienza la persecución.
La turba amenaza al boliviano con quemar el negocio sino entrega al soplón. El boliviano abre la puerta y Rogers es tironeado hasta la calle. Una vez en el suelo es golpeado hasta la muerte con puños, piedras y palos.
El registro de defunción de Rogers, dice lo siguiente: cráneo destrozado a pedradas entre las actuales calles Prat, entre Matta y Ossa.
Luego el tropel enciende fuego al cuadrante de las calles Condell, Matta, Sucre y Prat. El centro arde. Entre otros locales del sector, se quema el diario ABC. Meses más tarde aparecería el primer Mercurio de Antofagasta, pero eso es otra historia,
De algún modo el desquite de los huelguistas, ahora mezclados con la comunidad, se consuma.




historia ignorada

El señor Gabriel Amengual, apasionado de la historia local, lleva más de 30 años recopilando antecedentes de la matanza de la Plaza Colón.
El asunto no ha sido fácil pues historiadores y escritores, entre otros, han evitado hablar de este episodio. Amengual dice que Isaac Arce saltó el incidente en sus “Narraciones Históricas” por no ser políticamente correcto. Andrés Sabella, dice Amengual, sólo le dedica “versitos” en Norte Grande.
Amengual afirma que hasta ahora el periodismo también ha ignorado la masacre. El señor Amengual dice que en consecuencia se ha encargado de reunir la información que permite reconstruir la historia.
El entusiasmo del señor Amengual por la matanza, lo condujo a ubicar cuatro tumbas de los caidos en la matanza, las de: Juan Rodríguez, calafetero, 32 años; Pedro Banda Arancibia, carpintero, 24 años; Juan Segundo González, empleado, 23 años y Jose Madariaga, jornalero, edad desconocida.
A esto se suma la tumba del empleado del Ferrocarril Richards Rogers, donde estamos ahora.
El resto de los fallecidos, dice Amengual, fueron sepultados en una fosa común en el cementerio y otros cuerpos enviados a sus respectivos lugares de origen.
No obstante después de la matanza los cuerpos de los fallecidos fueron depositados en la compañía de Bomberos (calle Sucre) donde fueron reconocidos.

Media hora de sangre

Antofagasta amaneció el 6 de febrero de 1906 en la incertidumbre. Los obreros del Ferrocarril, principal empresa de esa época administrada por ingleses, buscaban mejoras laborales.
La principal petición era media hora extra para al almuerzo o “lunch” -como le llamaban los gringos-. La empresa negó la demanda pues argumentó que los obreros se iban a encerrar al baño a leer –puede decirse que leer era la única entretención entre los trabajadores-.
Los jornaleros argumentaban que querían compartir con sus familias. El ambiente se caldeó rápido. De esta manera los trabajadores del Ferrocarril unidos a otros, como gente que hacia diversos oficios en el muelle, que se iban sumando, organizaron una concentración en la Plaza Colón con el propósito de germinar una pequeña revuelta.
Bajo esas cosignas, la Plaza Colón desde las 16 horas comenzó a llenarse de trabajadores y sus familias; la mayoría pertenecientes a los sectores sociales de menos recursos. En un momento la cifra de obreros reunidos superó con creces los mil.
La huelga era vista con temor por los sectores asalariados de Antofagasta. El comercio en manos de los españoles residentes proyectó un masivo saqueo a sus negocios.
De esta manera comerciantes con vínculos en la intendencia y el ejército se armaron con 39 carabinas. El grupo se denominó la “Guardia Blanca”. A estos se sumó un grupo de marinos del buque de guerra “Blanco Encalada”.
El piquete de tripulantes se ubicó a un costado de donde está el actual edificio del correo. La intención del piquete era de algún modo, defender a la intendencia. La “Guardia Blanca”, en tanto, se había apostado en la actual intersección de las calles San Martín con Prat. Por su parte los obreros, como era de suponer, quedaron en el medio en algo así como el jamón del sándwich.
Para las 17 horas, los ánimos en medio de la plaza estaban caldeados. Los insultos y desafíos iban y venían, especialmente contra la “Guardia Blanca”.
Gabriel Amengual explica que el fuego comenzó por el lado de la “Guardia Blanca”. Alguien de gatillo fácil disparó y de inmediato respondió el otro lado, es decir el piquete del Blanco Encalada.
Los certificados de los muertos dicen que el baleo se realizó entre las 18.30 horas y las 19 horas; en total alrededor de media hora de ráfagas.
El resto puede decirse fue una vergonzosa y cobarde matanza contra personas indefensas.
Es absurdo pero esa sangre que corrió por la plaza, a fin de cuentas permitió que los obreros del Ferrocarril lograran su media hora extra para el “lunch”. J





domingo, 16 de diciembre de 2012

LA MATANZA DE LOS NIÑOS INOCENTES (SOLO PARA MAYORES DE 18 AÑOS)


 

LA MATANZA DE LOS NIÑOS INOCENTES

 

Cada cierto tiempo y regularmente enloquece alguien  asesina niños y adolescentes, en cualquier parte del mundo, pero sobretodo en EEUU y en el oriente medio. Quizás la historia nos hable de la masacre más significativa sucedida en tiempos de  Jesús, donde el emperador ordenó exterminar a todos lo niños para evitar que Jesús existiera.  Es preocupante, crudo e insensato que  algunos gobiernos democráticos permitan la tenencia, compra, venta de todo tipo de armamentos, peor aún que los legisladores cuál obreros de los grupos económicos se hagan los tontos y miren para otro lado. Más preocupante es que mucha gente sea amante de las armas y defienda a muerte el derecho a la tenencia, generalmente estos amantes y protectores del negociado de las armas son los causantes principales y directos de la muerte de estos niños, en Estados Unidos, en Europa, sobretodo en el Medio Oriente donde son masacrados diariamente niños como los norteamericanos y que ninguna cadena de noticias o televisión privada o medio de comunicación comenta o difunde, manteniendo y siendo cómplice de las matanzas diarias, transformándose en herramientas de desinformación y útiles a la privatización y venta de los mares y del mundo.

Es tanto el poder del dinero que ha corrompido a los guardianes de los gobiernos y de la opinión pública. Todavía no comprenden que somos un solo ente, todavía no entienden que todo lo que sucede  nos afecta a todos. No sienten el dolor de los inocentes que mueren o sufren diariamente en todo el mundo, y el culpable es uno solo:… el dinero.

En nuestro país que  es más chiquito y más solidario, son muchas las armas circulantes casi 800.000 en poder de gente normal, común y corriente, pero diariamente estas armas alimentan el mal asesinando chilenos, armando al bajo mundo que la misma sociedad engendra, traficantes, ladrones, asaltantes, etc…. Cuántas veces difundimos que en los países donde el armamento está prohibido comercialmente y legalmente casi no hay asesinatos y son tan bajos que oscilan  entre 90 a 99% menos de muertes.

Podemos redactar 1 millón de artículos, podemos elegir a 100 mil senadores y diputados, pero si los dueños del dinero no se concientizan, si ellos siguen asesinando por el petróleo, por el dinero,  si siguen enriqueciéndose a costa de la venta y protección a las armas, si los legisladores ya no tienen conciencia y eliminaron la poca que les quedaba, cambiándola por bolsillos llenos de dinero sucio y sangriento, no habrá esperanza que salven niños inocentes hijos indirectos de todos nosotros.

Creo que debemos rezar por todos los muertos, para que sus almas descansen en paz, debemos reflexionar sobre el tema, y debemos rezar profundamente por el alma de todos aquellos legisladores, dueños y responsables de medios de información, multimillonarios, comerciantes, etc..  para que se arrepientan y cambien el rumbo de sus vidas, porque lo que no se paga acá en la tierra hasta la tercera generación, se pagará en la otra vida eterna.

Que Dios los acompañe

antofafenix